El hambre crónica es
un producto de la desigualdad socioeconómica que afecta a
millones de personas en Brasil, así como un fenómeno
que tiene significados diversos, tanto en un contexto social más
amplio como en el mundo cotidiano de los que la padecen. Como producción
social, el hambre en Brasil es distinta a la de los campos de concentración,
las guerras y las catástrofes climáticas. En este
país, y en otros semejantes con economías capitalistas
dependientes, el hambre representa el aspecto más grave de
desigualdad social y la dificultad de acceso a los alimentos necesarios
para el mantenimiento psíquico y fisiológico del ser
humano.
La desigualdad extrema en la distribución de la renta revela
que el 10% de los más ricos se apropia del 49,7% de riqueza
del país y que apenas al 20% de los más pobres se
les destina el 2% (OEA 1997: 23-4).
En 1995, entre los 71 países investigados, el Brasil alcanzó
el primer lugar en desigualdad social (BM
1995) [3].
En 1999, el Brasil ocupó el lugar número 79 (entre
cien países) del Índice de Desarrollo Humano y, otra
vez, fue considerado el primero en la concentración de renta
(BM 1999). Datos sobre el desempleo
en 2001 muestran que solamente el 30% de la población económicamente
activa está formalmente insertada en el mercado laboral (IBGE
2001). Además, según registros oficiales, existen
tres millones de niños y adolescentes trabajando en el país
(MTE 2001). Es importante destacar
que la falta de oportunidad de trabajo en el campo, debido a la
concentración de la tierra, ha proporcionado una migración
intensa hacia los centros urbanos. Como resultado, se observa una
especie de explosión demográfica en las ciudades que
genera gran número de “favelas” con falta de
infraestructura básica. En este escenario, la violencia toma
proporciones notables y se relaciona, casi siempre, con el problema
de las drogas, que mantiene, en el consumo y en el tráfico,
una significativa relación con los bajos salarios y el desempleo
(Beato 1999: 5-10) [4].
Este estudio analiza parte de la etnografía del hambre en
un barrio popular, denominado aquí "Pela", situado
en la ciudad de Salvador, la cual se incluye en la región
nordeste de Brasil (Freitas 2000)
[5].
Este barrio se caracteriza por el desempleo, el trabajo informal,
el trabajo infantil, la violencia y la degradación social,
que forman parte de la sociedad brasileña. En resumen, se
trata de un barrio en el que su población “favelizada”
vive bajo condiciones extremas de exclusión social, miseria
y hambre. En este artículo se pretende comprender algunos
de los significados del hambre proporcionados por los propios hambrientos,
los cuales interpretan sus formas de vida en estas condiciones de
miseria aguda [6].
Más específicamente, se describe la encarnación
de un mito en el contexto social estudiado.
El barrio, ubicado en el centro de la ciudad, tiene una población
de aproximadamente tres mil quinientas personas, de poca o nula
escolaridad, que viven del comercio informal e ilegal (incluyendo
las drogas), los servicios domésticos y la mendicidad (IBGE
1966). En los relatos de algunos moradores, y en las observaciones
de la vida cotidiana del barrio, se identifican interpretaciones
diversas sobre el hambre, las cuales generalmente se apoyan en construcciones
míticas para caracterizar y dar sentido a sus vivencias en
esa situación social.
El hambriento comunica el significado del término hambre,
visibilizando así sus creencias relacionadas con el contexto
en el que vive. Sin embargo, la palabra hambre se encuentra velada
y casi siempre es sustituida por símbolos, principalmente
por quienes siempre tuvieron grandes dificultades para adquirir
los alimentos. No obstante, el hambriento no niega su hambre, sino
que teme hablar de ella y trata de comprender su situación
social de acuerdo con sus creencias; se moviliza para enfrentar
el hambre de cada día inspirado en valores culturales que
caracterizan los diversos sentidos captados. Así, los símbolos
del hambre que surgen en determinadas condiciones sociales y económicas,
son expresiones de las diversas maneras de sentir y entender el
problema. Es decir, para comprenderse como hambriento en su existencia,
el individuo actúa en el campo de las significaciones de
su realidad con expresiones simbólicas. En esta acción
reflexiva, él le da sentido al acto de comer como una adquisición
entre dos mundos aparentemente separados: el real y el imaginario.
En su testimonio, no le resulta extraña la escena famélica
que lo rodea; la conoce y la reconstituye valiéndose de mitos
para seguir enfrentándola y sentirse vivo aunque tenga hambre.
Para interpretar el texto de los hambrientos se recurrió
a la hermenéutica descrita por Paul Ricoeur, que concibe
la posibilidad de establecer conexiones reales entre texto y contexto
para permitir un "análisis más sutil e interdisciplinario"
(Ricoeur 1987: 47). En este
estudio, los sentidos expresados se relacionaron con otros elementos
del contenido, indicando los componentes de mediación de
los significados del hambre en un ejercicio que contempla relatos
y signos. La polisemia es tratada al nivel de la palabra y del contexto,
lo cual define el sentido que se expresa en la palabra. Al utilizar
este procedimiento, dada la dificultad que los informantes del barrio
tienen para decir la palabra hambre, los aspectos no lingüísticos
enriquecen la narración, permitiendo la comprensión
de este fenómeno. Las experiencias aquí relatadas
sobre el hambre revelan las relaciones entre signo-realidad y signo-fábula
que se hacen realidad, en una dinámica en que la construcción
intersubjetiva compone el juego de imágenes del lenguaje
y otras expresiones [7].
El hambriento, peregrino de su historia personal, imagina y produce
sentidos sobre su hambre. Y con la comprensión de su historia,
interpreta el "qué hacer para no tener hambre",
apoyándose en tradiciones, saberes y creencias, a través
de los cuales él cualifica sus acciones y los múltiples
sentidos de éstas. No estando aislado, el hambriento actúa
conforme a su posición en la sociedad y se contempla en el
prójimo, que es parte de su mundo; y así comprende
su contexto de hambre.
En cada situación específica, el hambre es concebida
como primariamente externa y, enseguida, dentro del cuerpo, cuando
se reconocen las sensaciones [8].
Éstas también cumplen un culto estético, horripilante
y fantasmagórico, como se describe a continuación,
inmersas en efectos psicobiológicos angustiantes. A modo
de ejemplo, tenemos el caso de un niño desnutrido de nueve
años de edad, que fue poseído por un espíritu
del hambre llamado "Romãozinho". Es el mito del
hambre de los niños, encontrado en el sertão
del nordeste de Brasil. |
Al fondo de la escena, en
el proceso narrativo sobre la leyenda, se agitan una multiplicidad
de símbolos, mensajes que se expresan a gritos: "Es
él, es él!". Las caras de miedo y pavor crean
sentidos plurales, permitiendo la visibilidad de la leyenda y de
los sentimientos de quienes narran la historia del niño-demonio
"Romão", encarnado en el niño real.
La temática trata del espíritu del mal, que puede
estar colgado en lo alto del tejado y está presente en la
memoria de la gente. Los relatos, basados en un mundo que entrelaza
leyenda y realidad, se hacen en tono de pavor, con manifestaciones
de susto para convencer de que "aquí nadie está
protegido" de ese mal, de ese peligro capaz de crear armadillas,
porque "aquí nadie está libre de él"
(Freitas 2000: 210). La fuerza del
discurso da autoridad a la creencia para comprender el hecho real:
la desnutrición del niño. Se trata de un niño
de nueve años que, por lo que se observó, tenía
el peso de uno de tres. Ese niño no caminaba, pero entendía
y conversaba normalmente. Escribía, dibujaba y reaccionaba
ante los adultos que lo molestaban. Su madre, viciada en crack y
cocaína, tenía tres hijos mayores. Cuando el hijo
desnutrido empezó a recibir la cesta básica regularmente,
ella se lo llevó de vuelta a casa y cambiaba los alimentos
por drogas.
El mundo real se compone de otros objetos del pensamiento mítico-religioso.
Aparentemente, dos mundos se entrelazan y se expanden. "Romão",
al ser identificado y conciliado con el mundo de los autores, se
vuelve la personificación viva de la desnutrición
del niño real; un ente previsible y presente entre lo familiar
y lo extraño. Y entre esas fronteras permutables, en un momento
dado predominan las nociones de entrada y salida de ese "espíritu
del mal". Así, el personaje legendario está presente
en este mundo y se torna parte inseparable de lo cotidiano, asustando
a las madres que tienen hijos menores y arremetiendo contra ellos
sin piedad, como un parásito que se abriga en el cuerpo del
niño para apoderarse de su organismo, consumir su energía
y provocar el hambre hasta la muerte de su huésped humano.
Por ser tomado del pasado, "Romãozinho" transita
en el presente para aquél que recuerda. Fundamentalmente,
se parte del mito cristiano, aquí mezclado al Candomblé
por una "mãe de santo", pero sobre todo
es evocado como un demonio que perturba a los que no creen en Dios,
a los que desobedecen las leyes de Dios. Es la reencarnación
del mal, que ataca a la gente, causa la desnutrición y mata
solamente a los niños. El muerto-vivo es un ladrón
de comida, pero también se come la carne de los niños
vivos, en una escena antropófaga motivada por la mentira
y por la traición de cualquier hijo celoso del padre con
relación a la madre. Un juego que va más allá
del incesto sustituye a otra alusión: la desconfianza del
marido con respecto a la fidelidad de la mujer, quien ocupa el lugar
de la pasividad y de la sumisión a la familia, hasta el momento
de su muerte, cuando reacciona ante el hijo mentiroso con el deseo
de venganza contra él.
El cuento, de traiciones y venganzas, no se asemeja a la historia
real del niño desnutrido, pero opera como comprensión
de la enfermedad del hambre, vinculándola a la conducta materna
de descuido, rechazo y drogas. En esta trama, el padre del niño
real no está presente, se encuentra lejos y nadie tiene noticias
de él. La analogía de la leyenda, en el plano de la
realidad, trae del lenguaje una semejanza: el rechazo del niño
hacia la madre. El ser juzgado por las personas funciona como un
presagio del mal sobre el niño, aunque en este episodio concreto,
"Romãozinho pide paso para incorporar lo maligno.
El mito, originario del sertão, discurre sobre
la comida robada, que era destinada a la reposición energética
del hombre trabajador rural y de su familia. En el plano de la realidad,
la pérdida de dicha energía conlleva la incapacidad
de trabajar, la falta de ingresos, que resultan en la constitución
de una identidad de hambre. El nexo entre el mito y la nueva realidad
encontrada en el barrio de una gran ciudad produce una metamorfosis
de los sentidos del hambre, con re-significados diversos. En ese
lugar predomina el desempleo en masa, se establece el control de
los moradores por parte del narcotráfico y las drogas se
hacen omnipresentes. Ante la falta de trabajo, los moradores que
migraron del sertão comprenden su situación de excluidos
y reinterpretan el mito de "Romãozinho". Con respecto
a la desnutrición del niño, creen que el "espíritu
del hambre" se roba la comida para cambiarla por droga (crack)
y alimentar el vicio de la madre. El mito se adapta a la situación
social de la drogadicción en el barrio, pues ésta
produce hambre, así como la falta de trabajo producía
la identidad de hambre en aquella situación legendaria del
sertão.
Desde esta perspectiva, la entrada de "Romãozinho"
en el cuerpo del niño de nueve años es un acontecimiento
regido por la intencionalidad de la fábula, en una cultura
que le confiere un toque de realismo a un pasado que emerge para
reconstruirse más allá de la imaginación. La
madrina del niño, Dña. Tieta, cuenta que desde pequeña
escuchaba la historia de "Romão" y recuerda que
conoció a varios niños que fueron descarnados por
él, lo que la llevó a tener "mucho cuidado, mucho
miedo de criar a sus hijos". Siempre temerosa de esa criatura,
cuenta que cuando sus hijos eran pequeños le hizo varias
promesas a Nuestra Señora, rezaba diariamente, abandonó
la prostitución, las fiestas y la bebida para dedicarse más
a los hijos y declaró: "Yo nunca maldije a mis hijos,
ni cuando me ponía nerviosa con las cosas" (madrina).
La leyenda rememorada funciona como una interpretación de
la necesidad de que la madre se responsabilice por sus hijos. Lo
cual implica que la ausencia de una leyenda hace que ellas tengan
que enfrentar de lleno la enfermedad y muerte de los niños.
Para los informantes, el suplemento de lo real, usado como un acontecimiento
del fenómeno en escena, es el mediador del reconocimiento
de la leyenda viva en su memoria, desde su infancia de hambre, fábulas
y miedos. Ésos son los puntos de referencia que permiten
comprender la situación del niño desnutrido y que
establecen una semejanza con la acción del personaje legendario.
Así, el niño –de carne, hueso y espíritu–
puede ser habitado por el alma del viento endemoniado llamado "Romão".
"Romãozinho" es el ser invisible que "hace
diabluras", "come escondido", "se acaba la comida
de la casa"; un "demonio hecho niño" que "fastidia
y desobedece a la madre", según los relatos de otras
personas, también originarias del sertão,
que traen ejemplos de acontecimientos semejantes. Conocido en el
barrio como el "peligro" de los niños, este tema
no puede ser fácilmente abordado en la comunidad, pues la
palabra asusta y atrae hacia el cuerpo al personaje mitológico.
Es una leyenda digna de credibilidad para las personas que vinieron
del campo, de lugares áridos del nordeste de Brasil, donde
la sequía y el hambre son peores que en la ciudad. Así,
"Romãozinho" es un personaje del hambre porque
ésta lo originó; un hambriento en constante busca
de comida, y si no la encuentra, ataca a los niños.
La madrina del niño desnutrido y su familia son originarios
de la región semiárida del estado de Bahía,
que migraron a Salvador hace veinte años huyendo de la sequía.
Varios miembros de esa unidad doméstica dan testimonio del
relato desesperado de la madrina, al recordar ésta la llegada
de "Romãozinho” a su casa.
“Sentí aquí dentro
de mí que había algo extraño en casa. Revisé
todo, encendí una vela y recé. Eso empezó cuando
fui a visitar al niño a su casa. De repente, sentí
que yo tenía la misión de cuidar de él. Le
pedí a su madre que me dejara cuidarlo hasta que mejorase...
Él tiene esa cosa que llamas desnutrición... Esa debilidad
en las carnes, esos ojitos tristes de niño que no come bien.
Da una pena tremenda... Yo sé tratarlos. En aquella época
en que vosotros andabais por aquí aprendí que hay
que darles leche, papilla, judías, arroz, carnita, huevo,
unas verduritas en la sopa y mucho zumo por las vitaminas; y el
gran cariño que siento por él. Pero si de veras tiene
al "Romãozinho” dentro, no hay comida que lo salve”
(madrina).
Ella siente la presencia de "Romão" en la casa
cuando visita al ahijado y se da cuenta de que ha perdido peso.
Como madrina cariñosa y con experiencia "guardando a
niños del barrio", ella atribuye la grave desnutrición
del niño a la "entrada de ese demonio en su cuerpo".
Para los vecinos del barrio, "Romãozinho" siempre
estará escondido por los rincones de las casas, esperando
a un niño para mantener viva la conversión de este
mito en realidad.
“Ese día me fijé
en él y sentí que era "Romãozinho"
que ya estaba en sus adentros. Era un día de luna menguante,
parecía que iba a llover y hacía mucho viento, un
viento que zumbaba. La calle estaba extraña, había
policías por todas partes que vinieron a prender a un bandido...,
qué sé yo. Andaban como locos entrando en las casas
y todos teníamos miedo de las balas. Ni debía hablar
de eso. Después, el niño empezó a sentir cosas,
vomitó y le dio diarrea; y se fue secando, secando, secando
hasta quedar en ese estado. No quiere comer, come a la fuerza. Sólo
come si le damos en la boca y conversamos con él. Y también
empezó a decir groserías; dice cada cosa que ni te
imaginas. Así es, se volvió muy diferente. Fue "Romãozinho",
que entró por la puerta para agarrarlo” (madrina).
“No, vino del tejado, pero
no se ve cuando llega, es invisible, igual a un viento leve”
(Leda).
“Y cuando llega, lleva y mata”
(la madrina llora).
Para ella, la luna menguante, el viento y la lluvia, junto con
la violencia del barrio, transformaron la calle, la dejaron muy
extraña. Los objetos naturales, separados de la naturaleza
y concebidos como míticos, son inmediatamente tomados para
representar los elementos perceptibles que indican la llegada de
"Romãozinho" al cuerpo del niño. La leyenda
se torna lenguaje, se encarga del sentimiento y del pensamiento
configurador.
En el plano de la realidad, la madrina piensa que la madre tiene
un sentimiento de rechazo por el hijo y que no quiso cuidar de él.
Cuando lo dejó en su casa durante tantos meses, raramente
lo visitaba. Para la protagonista, esos factores y el hecho de que
la madre era viciada en crack y andaba a la deriva, fue lo que atrajo
a "Romãozinho" al cuerpo de su hijo. La conexión
con la leyenda lo vuelve una fábula viva y trágica
para el niño. El ente mitológico, hambriento y voraz,
se apodera del cuerpo del niño, consume su energía
y su alimento llevándolo a la muerte.
Otra interpretación es generada a partir del sentimiento
del niño, quien, al ver a la madre a disgusto, deja de comer
y de hablar y llora con frecuencia en respuesta a la conducta materna.
El hecho de que la madre lo aleje, por entregarlo a la madrina,
para "Romãozinho" representa una maldición:
“A ella le dio rabia porque
él se daba cuenta de su vicio. Y cuando una madre tiene rabia
del hijo, él ("Romão") viene para acabar
con el niño, y lo deja así, en los huesos” (madrina).
Se interpreta al niño desnutrido como presa fácil
para el rebelde "Romãozinho" que fue condenado
con la imprecación de la madre, por desobedecerla, a vagar
por el mundo de los humanos, transformándose en un muerto-vivo.
Sin embargo, este no es el caso del niño real. La desobediencia
no es explícita. ¿Sería, entonces, la actitud
materna de renegar del hijo interpretada como desobediencia? La
fábula sirve para desencadenar la identificación con
el hambre crónica del niño y explicar la encarnación
de "Romão" hasta la muerte, cuando la fábula
deja el cuerpo y vuelve a vagar. En este proceso, madre e hijo,
de la leyenda, se mezclan con los de la escena real, en una reversión
de mundos que confunde niño y espíritu: "Es el
otro quien está ahí" (madrina, refiriéndose
al niño). "Fíjate en sus ojos" (Leda).
Las figuraciones simbólicas referidas, entrelazadas con
la realidad, tienen que ver con un mundo que es real para los personajes
reales. No se refieren, sin embargo, a la realidad per se,
sino a otra realidad unida al mundo real. En el centro, entre una
y otra dimensión, la madrina se encuentra bajo la presión
de la leyenda, que se torna fábula con el realismo. Las restricciones
que hace sobre el niño no se tratan de la madre real, sino
de la que está inscrita en la fábula. En la reversión
de los mundos, el niño se convierte en el espíritu
del mal encarnado. El personaje construido de esta forma, sale a
la superficie y, como un ser intenso, pasa a simbolizar únicamente
el proyecto legendario. El enfrentamiento entre ficción y
realidad cumple el ritual de destrucción antes de la muerte,
como punto de conexión entre cuerpo y espíritu, para
hacer comprensible el significado de ese estado de inanición.
La sintaxis de la narración engendra modos de entender a
madre e hijo en el mundo siguiendo un encadenamiento que obedece
al orden diacrónico en la instancia de lo real. Los términos
de la semántica de la acción de "Romãozinho"
sobre el niño son integrados y adquieren actualidad cuando
los actores narran la secuencia de procedimientos del enredo amenazador.
Creen en la leyenda y saben cuál es el final de la historia,
pero aun así, hacen oraciones, dietas y baños para
alejar al demonio del cuerpo del niño.
La leyenda, de origen rural, no pierde su originalidad al llegar
a la ciudad y el personaje de la sequía migra con el emigrante,
ocupa su memoria y permanece, readaptado a otros saberes. Como significante
del hambre, "Romãozinho" simboliza el estar enfermo
de hambre, convertido en un espíritu perverso que espía
a los hambrientos, en una frenética y pavorosa persecución
de los niños "débiles".
Se puede constatar que ese personaje legendario, de la tradición
de los testigos orales, se apoya sobre una historia social anunciada
por sujetos concretos y adquiere otras identidades a través
de los mismos sujetos que lo interpretan, de tal forma que la construcción
del ser invisible se torna visible cuando éste devora a un
niño real gravemente desnutrido, de acuerdo a los relatos
[11].
Para los narradores es conveniente el proceso de literalidad, para
tornar creíble la historia, aludiendo a la imagen del cuerpo
famélico del niño como un proceso de devoro lento.
Lo que llama la atención no es sólo la exactitud del
hecho como tal, sino lo que éste significa: la necesidad
de la creencia que se vuelve realidad. "Romãozinho"
indica una invención. Pero el niño desnutrido no es
una fábula; y su destino no difiere del de muchos niños
que viven en el barrio, como confirma Bernadete, que vive cerca
y conoce ambas historias. Dice que la desnutrición de su
nieta no es provocada por "Romãozinho", como en
el caso ya descrito. La explicación está en las condiciones
de pobreza, el padre desempleado y la baja capacidad de la unidad
familiar para comprar alimentos. Para dicha informante, "Romão"
sólo se apodera de un cuerpo cuando le "echan maldiciones"
a la madre o al hijo. Según ella:
“Eso no es hechicería.
Es una maldición, cosa de espíritu. "Romãozinho"
anda contento por aquí porque hay muchas madres que le echan
la maldición al hijo, que tienen hijos que desde pequeños
no quieren a la madre. Lo podemos ver en sus ojos. "Romãozinho"
se come toditas las carnes del niño y después se lo
lleva a su infierno” (Bernadete).
La desconstrucción de la leyenda, para construir otra historia
y explicar la desnutrición del niño, en el contexto
apropiado, indica el rescate de la fabulación del mundo para
significar un universo que sale del tiempo histórico para
incorporarse al tiempo de la leyenda, que se torna fábula,
donde el hecho y la fatalidad, hambre y muerte, se combinan. El
sentido plural de la desnutrición se apoya en la leyenda
para crear fábulas del hambre, fábulas que, a su vez,
se sustentan en miedos que surgen de la creación de los personajes,
pues ellos creen en ese tipo de creación. El futuro, en este
caso, es un tiempo prescrito, destinado, inmutable, fatal, conforme
a la declaración de la madrina un año antes de la
muerte del niño.
“En aquella época, aquí
en casa todo mundo estaba parado, sólo contábamos
con una que otra cosa que fulano (su hijo) hacía de vez en
cuando. Ni en la carnicería yo encontraba lugar para trabajar.
Lo pasábamos con la mano en la cabeza para no perder el juicio”
(madrina).
"Romãozinho" elige y pasa a vivir en el frágil
niño, sin abandonarlo cuando él va a la casa de la
madrina, en el mismo barrio. En este ambiente, la creencia es redefinida,
el personaje legendario es acogido y el contexto social reinterpretado.
De esa forma, la permanencia de "Romãozinho" en
el cuerpo del niño es sustentada por la realidad social de
los personajes que padecen el hambre y la miseria en su vida cotidiana.
La informante lo pasa con "la mano en la cabeza para no perder
el juicio", o la conciencia, y aun así no se protege
de la leyenda que entra a su casa, para simular la realidad y, simultáneamente,
hacer borrosa la desnutrición como producto social. El mundo
es concebido como algo ya dado, en vez de ser entendido como opus
proprium de la actividad productora de la creación humana
(Merleau-Ponty 1996: 26-28).
La dialéctica entre el hombre productor y sus productos,
por un momento, se pierde de vista cuando la creencia en la leyenda
aumenta y torna posible el encuentro entre objeto y sujeto. En esa
apariencia estética, el hambre pre-concebida se relaciona
con lo fatídico, divorciándose de otros aspectos de
la realidad. Ni el afecto de la madrina ni su deseo de cura logran
salvar al niño. De forma trágica, el niño cumple
el destino de muerte cuando vuelve a casa de su madre algunos meses
después. Para la madrina, su ahijado habría muerto
en sus manos porque, a pesar de toda su dedicación, ella
no hubiera podido transgredir la fatalidad establecida por la leyenda.
Los trazos de un tiempo presente reflejan el pasado de los que
conocen la fábula y re-componen el mundo a partir del acto
de la encarnación presente. La caracterización de
la pre-comprensión de los autores, con sus historias de vida
en el sertão, penetra la trama de inter-significaciones,
entre realismo y simbolismo, inmanentes en sus narraciones. La pre-comprensión
(leyenda, desnutrición o hambre) y la pos-comprensión
(muerte) se van a combinar entre causas sin casualidades, implicadas
en la constitución del hambre en tanto mito que se vuelve
parte de la realidad.
Como ya se vio, el principio organizador de ese significante del
hambre recurre a otros sentidos aportados por la persistente carencia
material. "Romãozinho" no es una ilusión
de los moradores de Pela, antes bien, es uno de los efectos de los
sentidos del hambre. Éste es apenas uno de los significantes
de un conjunto de otros objetos que hacen conexión con el
hambre, a saber: droga y violencia, niños en la mendicidad,
etc. Cualquiera que sea el nexo con el hambre, ésta puede
manifestarse como un ente que invade la casa y el cuerpo, y mata.
En este sentido, el hambre, como "Romão", no es
una alegoría o una estructura suelta en el vacío,
sino una formación interpretativa para validar como contenido
subjetivo el objetivo de un hambre endémica, tan conocida
en ese lugar.
La producción sobrenatural de carácter maligno funciona
como un punto de pasaje de la conciencia para redefinir la existencia
hambrienta. Y son las condiciones de vida las que confieren una
intertextualidad al fenómeno en el plano de la realidad,
como si lo real y lo casi real estuviesen en correspondencia permanente.
Los diferentes sujetos, con sus horizontes interconectados en una
misma base semántica para la comprensión del hambre,
saben que nadie en el barrio escapa a la amenaza de "Romãozinho".
El miedo al hambre reside en el miedo concreto a sentir la presencia
amenazadora de "Romãozinho", fomentado por el contexto
de desempleo, bajos salarios, falta de saneamiento básico,
habitaciones miserables, etc. Son estas situaciones concretas, lo
que intima a los hambrientos a enfrentar sus diversos sentidos sobre
su propia hambre. Un metalenguaje en el que el sujeto es llamado
a actuar con base en la inspiración dada por la interioridad
que corresponde a su mundo.. Así, él no se distancia
de su realidad, no se aleja de lo esperado, ni le extraña
su hambre.
En la dimensión subjetiva, el hambre no sorprende al ambiente
doméstico. Cualquier persona del barrio se siente hambrienta
en sus contextos particulares, sea porque tiene el hambre que padeció
en su infancia, sea porque no tiene, de hecho, lo suficiente para
comer. Como productor de sentidos, el sujeto entiende el hambre
como una inserción directa e indirecta de su mundo, y de
sus semejantes; y en el leguaje revela las formas de proceder con
respecto a este fenómeno, las cuales están completamente
relacionadas a las cuestiones macro-sociales e históricas.
Hambre real, casi real e imaginada, o realidad y connotación
de lo real, producen imágenes del miedo a sentir hambre.
Éstas son construidas para ser recibidas y tejidas en la
realidad concreta, cuya perspectiva semiológica nos permite
comprender un estado de hambre que transita en el espacio físico
del barrio, del cuerpo y de la existencia, conformando un conjunto
de significantes que están en el cuerpo-mente de quien vivencia
el fenómeno y su idealidad constituida, y de él no
se liberta [12].
Las evocaciones surgen para expresar un mínimo de comprensión,
produciendo la originalidad de significados a partir de la presencia
animada del fenómeno. Una producción que está
dentro del proceso social y es concebida para componer el escenario
de un mundo violento y hambriento. |
ABBAGNANO,
N. (1999) Dicionário de Filosofia, Sao Paulo: Martins
Fontes.
BANCO MUNDIAL (1995) Relatório
Anual. Published for the World Bank, NY: Oxford University
Press. Distribuição no Brasil pela Fundação
Getúlio Vargas, RJ.
BANCO MUNDIAL (1999) Relatório
Anual. Published for the World Bank, NY, Oxford University
Press. Distribuição no Brasil pela Fundação
Getúlio Vargas, RJ.
BARTHES, R. (1997) Elementos de Semiologia,
10ª ed. Sao Paulo: Cultrix.
BEATO, C. (1999) in Anais do Seminário
Desigualdade e Política no Brasil, RJ ago.
BOOTH, D. (1978) Hunger Models. Computable
Theory of Feeding Control, London: Academic Press.
BRASIL - FIBGE (1989) Indicadores
Sociais, vol. 4, Brasília, DF.
BRASIL - FIBGE, (1997) PNAD,
Brasilia DF.
BRASIL - FIBGE, (2001) PNAD,
Brasilia DF.
BRASIL (2001) Ministério do
Trabalho e Emprego / DRT-BA. Sobre as condiçõees
de trabalho da criança e do adolescente, Brasilia DF: Ago.
BRASIL (1999) Ministério do
Planejamento IPEA, Estimativas de Indigência e Pobreza no
Brasil no período 1990-1996: Resumo Metodológico e
resultados, D.F., março.
CASTONGUAY, T.; APPLEGATE, E.; UPTON,
D.; STERN, J. (1984) “Hunger and Appetite: Old Concepts, New
Distinctions”, in Nutrition Reviews’ Present Knowledge
in Nutrition, Fifth Edition Washington D.C. pp. 19-65.
DIEESE, (1998) Boletim: Emprego e Desemprego,
Região Metropolitana de Salvador.
FREITAS, M.C. (2002) “Uma abordagem
fenomenológica da fome”, Revista de Nutriçao,
vol. 15, núm.1, pp. 53-70.
LOPES, H.T. (1997) “Religioes Negras
de Origem Banto, particularmente Umbanda, no Rio de Janeiro”,
in Santos, J.E. (org.) Nossos Ancestrais e o Terreiro,
Salvador, Edt. Egba, Série B, p. 67.
MAYER, J. (1953) “Glucostatic Mechanism
of Regulation of Food Intake”, New Engl. J. Med.,
249: 13-16, 1953.
MERLEAU-PONTY, M. (1996) Fenomenologia
da Percepçao, Sao Paulo, Martins Fontes, Traduçao:
Moura, C.A.R.
OEA (1997) Organização dos Estados
Americanos. Comissão Interamericana dos Direitos Humanos.
Relatório sobre a Situação dos Direitos
Humanos no Brasil, Washington: OEA-Secretaria Geral.
RIBEIRO, M.D. Dissertaçao de Mestrado
em Saúde Pública, ISC/UFBA, Salvador.
RICOEUR, P. (1987) Teoria da Interpretaçao,
Ed. 70, ISC/UFBA, Lisboa.
RICOEUR, P. (1997) Tempo e Narrativa,
vol. III, Campinas, Sao Paulo, Papirus. |