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Reproducción y género:
consideraciones sobre la paternidad, la masculinidad y las teorías
de la concepción |
Rosely Gomes Costa
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Universidade Estadual de Campinas (UNICAMP), Brasil
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Introducción (1)
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Al terminar una investigación sobre concepciones de maternidad
entre mujeres que buscaban tratamiento para la esterilidad en un
ambulatorio de reproducción humana (Costa 1995), comencé
a preguntarme cómo los hombres que asistían a este
ambulatorio concebirían la paternidad. La investigación
había mostrado cómo la maternidad era fundamental
en la construcción de la noción de la feminidad de
aquellas mujeres; y también cómo la maternidad era
vista como un deseo, así como un acontecimiento, naturales
en la vida de las mujeres. ¿Sería la paternidad concebida
por los hombres como fundamental para la masculinidad? ¿Sería
un deseo y un acontecimiento natural en sus vidas?
Para responder a esas cuestiones realicé una nueva investigación
para estudiar las concepciones masculinas de la paternidad, analizando
lo que ellas revelaban sobre la masculinidad y sobre las formas
como el género es constituido (Costa 2001). Mi suposición,
siguiendo la proposición de Strathern (1988), es que el género
se refiere a un tipo de categoría de diferenciación.
Género se refiere a las categorizaciones de personas, artefactos,
acontecimientos, secuencias y todo lo que dibuja la imagen sexual,
indicando los medios por los cuales las características de
masculino y femenino hacen concretas las ideas de las personas sobre
la naturaleza de las relaciones sociales. De esa manera, el género
es relativo a los hombres y a las mujeres, pero también a
los objetos, comportamientos, acontecimientos.
La investigación fue realizada en un ambulatorio de reproducción
humana de una universidad del Estado de São Paulo, Brasil,
con hombres que estaban procurando el ambulatorio en busca de tratamiento
para esterilidad o en busca de informaciones y métodos de
planificación familiar. También fueron obtenidas informaciones
con las enfermeras, la asistenta social y el médico responsable
del ambulatorio.
Para realizar la investigación he utilizado dos instrumentos.
El primero fue una ficha donde registré los datos sociodemográficos;
y el segundo consistió en entrevistas abiertas y en profundidad.
Esas fueron hechas siguiendo un conjunto de preguntas, utilizando
también la técnica de "historia de vida".
Utilicé las "historias de vida" como un relato
motivado por el investigador, que también interfiere con
preguntas, y que se limita a las informaciones dadas por el entrevistado,
sin complementación de otras fuentes. En este caso, el entrevistado
se refiere preferentemente a la parte de su vida conectada al tema
de la investigación, sin agotar su biografía (Bertaux
1980; Kofes 1994).
He entrevistado a 21 hombres. Ese número estaba en mi propuesta
inicial, y el desarrollo del trabajo indicó que era un número
adecuado, por satisfacer el "criterio de saturación".
Ese criterio consiste en realizar las entrevistas hasta el punto
en que se perciba que datos nuevos no están siendo obtenidos
(Patton 1990). Según Bertaux (1980), el fenómeno de
la saturación aparece cuando los elementos de conocimiento
de las relaciones socio-estructurales traídas por cada "historia
de vida" permiten una totalización de la propuesta inicial
de la investigación.
Las entrevistas fueron grabadas y transcritas. Los hombres participaron
voluntariamente en la investigación. Les dejé claro
que si no querían participar eso no cambiaría en nada
la atención que tendrían en el referido ambulatorio.
La identidad de los participantes fue mantenida en secreto, una
vez que las fichas y las entrevistas fueron organizadas por números,
sin contener cualquier información que permitiera identificar
al entrevistado. Posteriormente he dado nombres ficticios a los
entrevistados.
De los 21 entrevistados, 12 fueron al ambulatorio en busca de tratamiento
para la esterilidad y nueve fueron en busca de planificación
familiar. La mayoría tenía entre 26 y 35 años
de edad; afirmaba ser blanca; tenía hasta cuatro años
de escolarización; estaba empleada; recibía hasta
seis salarios mínimos; era casada. La mayoría de las
compañeras tenía hasta cuatro años de escolarización
y no trabajaba fuera del hogar. La mayoría de los hombres
tenía un ingreso familiar total de hasta ocho salarios mínimos.
Catorce hombres tenían hijos, siendo que entre los siete
que no los tenían está incluido un hombre que tubo
un hijo muerto a los dos días de vida. Entre los 14 con hijos,
nueve hombres tenían 1 hijo; dos tenían 2 hijos; dos
tenían 3 hijos; y uno tenía 5.
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Paternidad y masculinidad |
Las cuestiones iniciales planteadas en ese trabajo fueron: ¿sería
la paternidad concebida por los hombres como fundamental para la
masculinidad? ¿Sería un deseo y un acontecimiento
naturales en sus vidas?
El análisis de las entrevistas mostró mediaciones
con relación a la primera cuestión. La paternidad
es considerada fundamental para una determinada masculinidad, la
de los casados, una vez que la de los solteros puede fundamentarse
en su falta de responsabilidades, libertad sexual y acceso a varias
mujeres. Así, el casamiento (heterosexual y monogámico)
recrea la noción de masculinidad al incorporar la paternidad,
con sus consecuentes responsabilidades.
Pero, por su lado, la paternidad no es concebida solamente como
"hacer hijos", sino que está relacionada también
en la capacidad de mantenerlos materialmente y de educarlos. Mantener
materialmente a los hijos es una responsabilidad considerada masculina,
lo que coloca el trabajo remunerado de los hombres como referencia
fundamental en las concepciones sobre paternidad y masculinidad.
De esa manera, si "hacer hijos" puede servir para comprobar
el atributo físico de la paternidad, conseguir mantenerlos
y educarlos comprueba su atributo moral.
La conjunción de atributos físicos y morales en la
representación de la paternidad elucida la coexistencia del
deseo por hijos "propios", de "su sangre", junto
con la crianza de hijos de la compañera con otro compañero,
de hijos de la hermana, o de hijos adoptivos. En esa conjunción,
crear hijos que no son "biológicamente" suyos se
relaciona a los atributos morales de la paternidad, como dar sustento,
educación y amor. Atributos estos que tienen por base, a
su vez, el atributo físico de la paternidad, entendido como
el origen modelar de oferta de amor, educación y sustento.
Además, como muchos entrevistados estaban buscando tratamiento
para la esterilidad, afirmar que criaban bien hijos de otros hombres
puede ser visto como una forma de expresar la legitimación
de sus demandas de tratamiento para conseguir tener un hijo. Por
otro lado, ya que la mayoría de los entrevistados no tenía
condiciones financieras para ser el padre proveedor que idealizaba,
enfatizar el cuidado personal de los hijos y su educación
moral también podía servir como una manera de afirmar
que podrían ser buenos padres en esos aspectos.
El testimonio de entrevistados que tenían hijos adoptivos,
o que criaban los hijos de la esposa / compañera, y estaban
acudiendo al ambulatorio para conseguir tener "su propio hijo"
con la compañera, apunta a una distinción entre las
nociones de "cuidar, querer" a los niños y la de
"hacer hijos". Pues, hijos de otros hombres pueden ser
cuidados y queridos por los entrevistados, pero son los hijos "de
la propia sangre" los que forman parte del proyecto de familia
y de paternidad. Así, igual que ya crían un niño,
el proyecto de tener "hijos propios" continua existiendo,
ya que la realización de ello es vista como consecuencia
de la transmisión de fluidos corporales: esperma y sangre.
La idea contenida en ese proyecto es la de acercarse el máximo
posible al modelo reproductivo considerado natural, es decir, aquel
representado por la fecundación del óvulo de la esposa
/ compañera por el semen del marido / compañero, a
través de una relación sexual. La aceptación
del uso de tecnologías reproductivas se relaciona con la
preservación de algún elemento de ese modelo. Hay
un intento de asegurar que por lo menos la "sangre" del
marido o de la esposa será transmitida al hijo; o que el
embarazo de la esposa garantice una buena formación del hijo,
a través de la transmisión de amor, tranquilidad,
alimentación adecuada, cuidados médicos, etc.
La gran resistencia a usar la inseminación artificial con
semen de donante (IASD) muestra como la transmisión de los
fluidos corporales (esperma y sangre) para la concretización
de la reproducción, se relaciona con la relación sexual
y amorosa. El esperma fecundante debe ser transmitido a través
de la relación sexual con la persona con la cual se mantiene
una relación amorosa y de compromiso. La IASD no solamente
es vista como una forma de introducir fluidos corporales de otro
hombre, sino que también simboliza la relación sexual
de la compañera con otro hombre. En esa representación,
el fluido corporal (esperma) no es concebido como disociado del
curso de su transmisión.
La contradicción contenida en las tecnologías reproductivas,
y que se refleja en la aceptación o no de su uso por los
entrevistados, parece provenir de la promesa de proporcionar el
acceso al "propio hijo", al mismo tiempo que posibilitan
la separación del pariente biológico del social, a
través de la donación de gametos, embriones, o de
la madre de alquiler (Barbosa 2000).
Strathern (1992) enfatiza que en la representación por ella
denominada "euro americana", parentesco es un concepto
híbrido, toda vez que éste es considerado como un
hecho de la sociedad enraizado en hechos de la naturaleza. En esa
representación, tener relaciones sexuales, transmitir genes
y dar a la luz son hechos de la vida que fueron tomados como base
para las relaciones entre esposos, hermanos, padres e hijos, los
cuales fueron, a su vez, tomados como la base de las relaciones
de parentesco. El proceso de procreación como tal es visto
como perteneciendo al dominio de la naturaleza, y no al dominio
de la sociedad. Por otro lado, el parentesco es visto como una disposición
social de los hechos naturales, conectando así los dos dominios.
Las tecnologías reproductivas permiten que hombres y mujeres
sean padres y madres a través de la manipulación de
uno o más hechos considerados naturales de la vida: relación
sexual, transmisión de genes y alumbramiento. Considero que
las cuestiones relativas a la atribución de maternidad y
paternidad en el uso de las tecnologías reproductivas se
refieren justamente a la posibilidad de separación de la
reproducción (comprendida como tener un hijo) de los elementos
femeninos y masculinos considerados como participantes de ese proceso.
Es decir, a la posibilidad de separación entre reproducción
y relación sexual, reproducción y gametos (óvulo
y espermatozoide), reproducción y embarazo. Tales cuestiones
se refieren a la evaluación de cual de esos elementos (relación
entre la pareja, gametos o embarazo) será considerado como
el más importante en la atribución de la maternidad
y de la paternidad. Las opiniones sobre esas atribuciones dependen
de que elemento será visto como el más importante,
aliado a la recurrencia de los parámetros ora biológicos,
ora sociales, informados por el deseo, situación, y posibilidades
con relación a la procreación.
Así, las tecnologías reproductivas abren más
posibilidades para las atribuciones de maternidad y paternidad,
pero sin que estas dejen de ser consideradas, como argumenta Strathern
con relación al parentesco, un hecho de la sociedad enraizado
en hechos de la naturaleza.
La investigación que resultó en este trabajo mostró
que la paternidad es atribución de la masculinidad, pero
no de la misma manera que la maternidad es atribución de
la feminidad. La maternidad era vista por las mujeres que entrevisté
en mi investigación anterior como un deseo que siempre existió,
como natural, instintivo, esencial, como la realización de
un sueño del pasado. De esa forma, me parece que la representación
es la de que las mujeres se van constituyendo madres en el curso
de sus trayectorias de vida, y que la maternidad es una experiencia
de continuidad, de repetición, de realización de un
plan desde siempre elaborado en el pasado femenino. Sería
una perspectiva del pasado que se actualizaría en cada mujer
en el presente. En cambio, los entrevistados conciben la paternidad
como un deseo que se establece en un determinado momento de sus
trayectorias de vida - el casamiento -, como un deseo que madura
con el tiempo, y que se vuelve hacia el futuro, para la descendencia.
La paternidad sería un proyecto para el futuro, mientras
la maternidad aparece como la actualización de una continuidad.
En ese sentido, la respuesta a la segunda cuestión sería
la de que los entrevistados no conciben la paternidad como un deseo
y un acontecimiento naturales en sus vidas, tal como la conciben
las mujeres entrevistadas.
Con relación a la masculinidad, Almeida (1995) enfatiza
que ella no puede ser vista como simplemente la formulación
cultural de un dato natural, una vez que es marcada por asimetrías
(como heterosexual / homosexual) y jerarquías (de más
hasta menos "masculino"). Considero que lo mismo puede
ser afirmado con relación a la femenilidad: la cuestión
de la esterilidad ilustra bien ese punto.
Ser estéril mostró ser un problema que hiere tanto
la masculinidad como la feminidad, pero de manera distinta. Por
la asociación de la esterilidad masculina con la impotencia,
para los hombres no conseguir tener hijos se relaciona con la sexualidad,
y amenaza su virilidad. En cambio, para las mujeres, la esterilidad
amenaza su femenilidad porque las impide cumplir su vocación
femenina "natural" de madre. Así, la esterilidad
es un elemento que puede colocar, aunque por vías distintas,
tanto la masculinidad como la femenilidad en los niveles más
bajos de la escala jerárquica de "más o menos"
masculino / femenino.
Si, como he argumentado anteriormente, la paternidad es concebida
como un proyecto de futuro y la maternidad como realización
de un anhelo desde siempre elaborado en el pasado femenino, la referencia
a la mayor desesperación experimentada por las mujeres cuando
no consiguen tener hijos también puede ser interpretada como
consecuencia de la posibilidad de cambio del proyecto de paternidad
delante de la imposibilidad de cambio de la realización /
actualización de la maternidad. Es decir, siendo la paternidad
concebida como un proyecto para el futuro, ella trae axiomáticamente
en su seno la posibilidad de cambio / sustitución de ese
proyecto. Permite la existencia de alternativas que no están
presentes en el caso de la maternidad, una vez que esta es concebida
como una repetición, una continuidad, cuya ruptura coloca
en cuestión la feminidad esencial que la maternidad reafirma.
Por otro lado, la atribución femenina de las responsabilidades
relativas a la salud reproductiva (que incluye, entre otras cosas,
las responsabilidades tanto por tener como por evitar hijos), contribuye
a que las referencias y las manifestaciones de desesperación
por no conseguir tener hijos sean mas frecuentes en las mujeres.
En el mismo sentido en que la esterilidad masculina está
asociada a la impotencia sexual, tener hijos aparece concretizando
la virilidad heterosexual. La orientación sexual heterosexual
es considerada así como atribución de la paternidad
y de la masculinidad. Aunque "hacer un hijo" no sea suficiente
para ser padre (es necesario conseguir mantener ese hijo), "hacer
un hijo" atesta la virilidad heterosexual atribuida a la masculinidad.
Así, aún que por vías distintas, la cuestión
de la esterilidad apunta que tanto masculinidades como femenidades
están en riesgo de ser, sino perdidas, al menos disminuidas,
dentro de una escala jerárquica de más o menos masculino
/ femenino. Esa argumentación se opone a la de los autores
que consideran que solamente la masculinidad necesita ser conquistada
y mantenida (Badinter 1993; Nolasco 1993), una vez que tanto masculinidades
como femenilidades están marcadas por una escala jerárquica
afectada por factores tales como la esterilidad o la homosexualidad.
Y ese gradiente se refiere a una representación normativa
de masculinidad y femenilidad.
Aunque los entrevistados reivindiquen dimensiones femeninas en
la masculinidad, como cuidar de los niños o ejecutar determinadas
tareas domésticas, el trabajo remunerado y el sostenimiento
de los hijos continúan siendo considerados prerrogativas
normativas masculinas. Así, la masculinidad puede comportar
dimensiones de la feminidad en la paternidad, como cuidar de los
hijos; pero no comporta el hecho de que el padre no sea el sostenedor.
Con base en mis datos y en los incluidos en la bibliografía,
tal vez ésta pueda ser indicada como una característica
hegemónica de la masculinidad.
A pesar de la incorporación de dimensiones femeninas en
la masculinidad, no hay una falta de delimitación de prerrogativas
normativas masculinas y femeninas. La necesidad del mantenimiento
de la demarcación de fronteras parece evitar el peligro de
la contaminación inherente a la unión de lo que debería
estar separado, evitando el riesgo de que los umbrales queden nublados,
confusos (Douglas 1976). Tal demarcación evitaría
el peligro de contaminación de las atribuciones masculinas
por las femeninas y viceversa. Peligro, en fin, que estaría
en la posibilidad de la indistinción de las categorías
de género.
De esa manera, el ambulatorio aparece como un ambiente de riesgo
para los hombres porque es doblemente polucionante: por ser local
de tratamiento de cuestiones consideradas relativas a las responsabilidades
femeninas, y por ser un ambiente médico, considerado en si
mismo como capaz de femenilizarlos. La resistencia de la gran mayoría
de los hombres a participar en la investigación y su embarazo
por estar en el ambulatorio, apuntan en esa dirección. Y,
hasta los entrevistados, que diferían de los demás
hombres presentes en el ambulatorio por el hecho de haber aceptado
participar de la entrevista, apuntan hacia ese riesgo al marcar
constantemente su diferencia con relación al ambiente del
ambulatorio: si estaban allá, era porque eran buenos maridos
/ compañeros (estaban acompañando la pareja, contribuyendo
en lo que podían); porque eran buenos padres (estaban cuidando
de los niños mientras la pareja era atendida); porque estaban
de favor; porque eran obligados a ir; porque la masculinidad abriga
dimensiones de la femenilidad.
La cuestión de donde debe ser colocado el límite
para no que no haya contaminación es informada culturalmente.
Pero, como dentro de una misma cultura existen varias interpretaciones
de género que compiten entre ellas por la legitimidad, este
límite también necesita ser comprendido a través
de los contextos que son referidos por los sujetos en la elaboración
de opiniones. Así, opiniones, referidas a los contextos pueden
revelar lo que es considerado normativo, a través de discursos
que expresan ideas de refuerzo, modificación o resistencia
a esta normatividad.
Los entrevistados, cuando emiten sus opiniones, expresan conocimiento
de lo que creen ser una masculinidad normativa, pero no siempre
pretenden aplicarla en sus vidas. Al contrario, pueden llegar a
criticarlas y refutarlas como forma de distinción. La vida
cuotidiana puede imponer otra conducta que no coincide con esta
normatividad, o puede colocar en cuestión la pertinencia
y la realidad de esa normatividad.
Así, las muchachas fueron consideradas como más dóciles,
obedientes, calmas y maleables; y los muchachos como más
agresivos, desobedientes, competentes, decididos. La referencia
al contexto cotidiano de contacto y conocimiento de muchachas más
agresivas y muchachos más dóciles fue observada solamente
en el sentido de excepciones que confirman la norma.
En la cuestión del aborto voluntario en caso de violación,
por otro lado, el cambio de referencia de contexto propició
en algunos casos un cambio de opinión. Así, la opinión
inicial contraria al aborto se refería a un contexto más
general y normativo del derecho del niño a la vida. El cambio
de referencia para el contexto personal (imaginar que su esposa
podría ser violada y quedar embarazada), en algunos casos
hizo con que se pasase a aceptar el aborto en caso de violación.
El hecho de que los hombres acudan menos a los médicos que
las mujeres fue atribuido a una noción, considerada normativa,
de que los hombres no desean, o no pueden, demostrar debilidad y
vulnerabilidad. El reconocimiento de esa noción, que sus
propias actitudes reflejaban, no impidió que algunos entrevistados
fueran críticos con relación a la actitud poco inteligente
por ella provocada de no cuidar de su propia salud.
Así, aunque muchos aspectos que los entrevistados apuntaron
como parte de la masculinidad normativa se aproximen de las definiciones
de masculinidad hegemónic (2),
no siempre este concepto parece contemplar la complejidad de las
conexiones establecidas por los entrevistados entre el contexto
normativo general y el personal.
¿Con quiénes los entrevistados están dialogando
cuando dicen que el padre también cuida de los hijos? En
primer lugar, como enfaticé anteriormente, con el propio
ambulatorio, sea para legitimar su pedido de tratamiento para esterilidad
(en la figura del buen padre), sea para demarcar la frontera entre
la masculinidad y la femenilidad (la paternidad abriga dimensiones
de la femenilidad). Pero también parecen estar dialogando
con las ideas a respeto del "nuevo padre", aunque ninguno
de ellos se refiriera a ellas directamente, y tampoco a la "crisis
de la masculinidad". Tales ideas están circulando a
través de revistas, periódicos, novelas, radio, publicidad
en la televisión, en carteles, etc. (Medrado 1998); y la
participación de los hombres en las responsabilidades relativas
a la salud reproductiva y el cuidado con los hijos ha sido enfatizada
por directrices que orientan políticas públicas de
salud y de población, orientando, incluso, posicionamientos
institucionales religiosos (como la paternidad responsable enfatizada
por la Iglesia Católica) (Arilha 1999). Por lo tanto, los
entrevistados seguramente están expuestos a estas ideas,
aunque no elaboren ningún discurso relativo al "nuevo
padre" o al "nuevo hombre".
Enfrentar las cuestiones aquí discutidas requiere que dediquemos
atención también a las teorías sobre concepción
y representaciones sobre la reproducción.
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Teorías sobre concepción
y representaciones sobre la reproducción |
Para Delaney (1986), culturas influenciadas por el monoteísmo
elaboraron una teoría monogenética de la reproducción.
Esa teoría considera que los hombres son los generadores
de los niños, siendo que la participación de las mujeres
se restringe a acoger el niño en su cuerpo para que se desarrolle.
La analogía es con la plantación, pues los hombres
simbolizan la semilla y las mujeres la tierra: la semilla germina
y se hace independiente de la tierra en que fue cultivada.
A partir de una investigación realizada en pueblos turcos,
donde predomina la religión islámica, la autora narra
la prevalencia de la teoría monogenética de la reproducción.
En esos pueblos los hombres son considerados los creadores de los
niños, y por ello los niños pertenecen al padre. En
casos de divorcio, los hijos permanecen con el padre y, en caso
de su muerte, permanecen con los parientes paternos. La precedencia
sobre los hijos es del padre, y no existe la idea de un vínculo
natural de la madre con el niño.
Según Laqueur (1992), la visión aristotélica
de la reproducción compartía esa teoría monogenética,
toda vez que, para ella, la madre era considerada simplemente como
un terreno donde la semilla, la "idea" paterna, germinaría.
Delaney considera que esa teoría exalta la figura del padre:
"In cultures influenced
by monotheism a whole world is symbolically constructed and systematically
integrated between notions of conception and the conception of deity.
Abraham, the person through whom the concept of monotheism allegedly
enters history, means something like 'the father is exalted' and
the glorification of the father is, to me, what patriarchy is all
about. These systems, spanned between monogenesis and monotheism,
are systems not merely of male dominance, but of the dominance,
objectification and institutionalization of the idea that the male
as father is creator of human life, as God is thought to be of life
in general." (Delaney 1986: 504)
Para la autora, la teoría monogenética sigue informando
nociones sobre reproducción después del descubrimiento
del óvulo y de su contribución genética en
la generación del niño: "In Europe and America,
the knowledge that women are co-engenderers, co-creators, providing
half the 'seed' so to speak, half the genetic constitution of a
child in addition to pregnancy, birth and suckling, has not yet
been encompassed symbolically." (Delaney 1986: 509).
En la teoría monogenética de la reproducción,
por lo tanto, el padre tiene precedencia sobre los hijos, y poca
o ninguna importancia es atribuida al hecho de que la mujer lleva
el niño dentro de ella.
A pesar de que la idea de la existencia de una teoría monogenética
de la reproducción esté bien fundada en el trabajo
de campo de Delaney, considero que su afirmación de que esta
teoría sigue informando nociones sobre reproducción
en otros lugares de la Europa y en América, acaba por ocultar
la existencia de otra teoría sobre la reproducción
que puede ser encontrada en las culturas influenciadas por las religiones
monoteístas.
Strathern (1995), comparando la representación de reproducción
trobriandesa con la que ella denomina de "euroamericana",
enfatiza que en la representación trobriandesa la pareja
reproductiva es constituida por el hermano y la hermana. Un espíritu
matrilineal ancestral implanta el embrión en la mujer y el
marido de la mujer es responsable de alimentar y formar el embrión
a través de las relaciones sexuales hasta su nacimiento.
La autora argumenta que cada uno de esos actos implica una relación.
En la representación euroamericana, la mujer queda embarazada
a través de una relación sexual y el embrión
se desarrolla independiente de la participación del compañero,
independiente de la relación con el padre. Por eso:
"Enquanto a biologia se
desenrola, os relacionamentos têm de ser constantemente trabalhados
nesse tipo de sistema de parentesco. Assim, o relacionamento que
se produziu na concepção pode não durar, a
menos que seja protegido por outros relacionamentos entre o mesmo
casal - como o casamento ou sua contrapartida. Em conseqüência
disso, o filho, que nasce indubitavelmente com um pai genético
(seja quem for, existiu), continua 'necessitando' de um pai social.
O filho euro-americano não nasce axiomaticamente em um campo
de relacionamentos. Embora sua concepção exigisse
um relacionamento, que suas características registram, em
si mesmo ele surge como uma pessoa individual com necessidade de
relacionamentos." (Strathern 1995: 327-328).
Así, en la representación trobriandesa, el hijo nace
axiomáticamente en un campo de relaciones: del espíritu
ancestral con la pareja reproductiva (el hermano y la hermana),
del marido con la esposa (a través de las relaciones sexuales
que alimentan el embrión). En la representación euroamericana,
padre y madre son considerados como individuos unitarios, entrando
cada uno con su participación en el proceso reproductivo.
El embrión, una vez concebido, va a desarrollarse independiente
de la participación paterna. Así, las nociones de
diferencia anatómica y fisiológica atribuyen contribuciones
desiguales a la madre y al padre: la participación del padre
se refiere a la relación sexual y al esperma; mientras que
la de la madre se refiere, además de la relación sexual
y del óvulo, también al útero, un elemento
más.
La representación euroamericana analizada por Strathern apunta
a una teoría duogenética de la reproducción,
toda vez que considera que padre y madre contribuyen genéticamente
para generar el hijo. Pero es una participación desigual,
en la medida en que la madre contribuye con un elemento más,
el útero.
De esa manera, propongo utilizar la denominación de teoría
duogenética de la reproducción para referirme a las
representaciones que consideran que padre y madre participan del
proceso reproductivo, pero de manera desigual, una vez que el embarazo
es considerado un proceso que ocurre exclusivamente (hasta ahora,
por lo menos) en el cuerpo de la madre, y el embrión se desarrollará
independiente de la participación paterna. Considero que
es justamente esa desigualdad contenida en la teoría duogenética,
marcada por el embarazo, que informa las nociones de amor natural
materno, de vínculo natural y automático de la madre
con el hijo. Es decir, el embarazo es considerado como el responsable
de establecer ese amor y ese vínculo natural de la madre
con el hijo, pues confiere a la madre una experiencia exclusiva
de intimidad con el hijo.
En la teoría duogenética de la reproducción,
gran importancia es atribuida al hecho de que la mujer lleva el
hijo dentro de ella. Esta importancia está en la base de
la noción del amor materno como más fuerte, natural
e instintivo que el amor paterno. La prevalencia de esta noción
en las sociedades occidentales ya fue analizada en varios trabajos
(Costa & Bruschini 1989; Labra 1989; Dally 1983). Tomemos algunos
ejemplos.
En un libro publicado en 1940 sobre paternidad, el autor, Almeida
Júnior (1940) recurre a los "primitivos" y a las
sociedades "menos civilizadas" - citando el sacrificio
de niños, el infanticidio, la explotación del trabajo
infantil, la falta de responsabilidad y de cuidado paternos con
los hijos - con la intención de demostrar que el amor paterno
no es instintivo como el materno, pero sí algo obtenido con
la evolución cultural. Es decir, los hombres, por sus tendencias
naturales, al contrario de las mujeres, no tienen inclinación
para el amor, la protección, el cuidado de los hijos. Fue
a través de las presiones impuestas por la sociedad, o por
la recurrencia al miedo de lo sobrenatural, o por la reprobación
del infanticidio, o aún por el clamor público o por
la sanción de las leyes, que el amor y la protección
paternos fueron aprendidos por los hombres.
El predominio de la representación del amor natural de la
madre por el hijo puede ser ilustrada por la necesidad que Badinter
(1985) sintió de escribir un libro con el objetivo de probar
que el amor materno no es natural e instintivo, que esa idea es
un mito. En su análisis, la autora expone hechos de la sociedad
francesa del siglo XVII que demuestran como el llamado "instinto
materno" es una construcción cultural e histórica.
Fonseca (1995) muestra que la noción del amor natural materno
está presente entre sectores sociales donde es común
la circulación de niños. Las madres que entregan sus
hijos para que otras mujeres los cuiden por algún tiempo
(lo que puede significar años) no consideran que abandonaron
a sus hijos. Al contrario, creen que han hecho un gran sacrificio
al ceder sus privilegios maternos a otras mujeres en nombre del
bien-estar del hijo. Pero, aunque esta prerrogativa pueda ser cedida,
nunca es perdida, una vez que los lazos de sangre son considerados
perennes, y la mística del vínculo madre-hijo es omnipresente.
En mi investigación anterior intenté demostrar como
la concepción de maternidad se construye marcada por términos
como instinto femenino, amor incondicional de la madre por el hijo,
vínculo natural entre madre e hijo, enaltecimiento de la
madre abnegada en favor del hijo. Entre las mujeres que entrevisté,
ese vínculo natural y ese amor instintivo de la madre por
el hijo son atribuidos al hecho de que la mujer genera al niño
en su vientre.
La máxima del derecho romano: mater semper certa est,
pater nunquam, es decir, la madre es siempre cierta, el padre
nunca, parece estar más próxima a una teoría
duogenética de la reproducción que de una teoría
monogenética, visto que la certeza de la maternidad es dada
por el embarazo. En el derecho romano, otra máxima es utilizada
para sanar la incertidumbre de la paternidad: pater est quem
nuptiae demonstrat, o sea, el padre del niño es quien
demuestre estar casado con la madre. Así, una máxima
expresa las condiciones para el establecimiento de la maternidad
(dada por el embarazo) y otra para el de la paternidad (dada por
el vínculo del marido con la madre).
Sin embargo, si en un primer momento parece que esas máximas
indican la precedencia de la madre, Pina Cabral (1993), al tratar
de las leyes de filiación portuguesas, considera que acaban
por respaldar la autoridad patriarcal.
Refiriéndose al noroeste portugués, Pina Cabral escribe
que, en esa región, las estrategias matrimoniales de los
campesinos con tierra llevan aquellos que no tienen tierra al casamiento
entre si, y llevan incluso a la ilegitimidad. Los hombres más
pobres se encuentran en una situación familiar marginal,
donde las mujeres detienen mayor poder doméstico, porque
a ellos les faltan los medios económicos y simbólicos
considerados necesarios por esta cultura para instituir la dominación
doméstica masculina. La ilegitimidad surge en las situaciones
de pobreza extrema, donde los hombres no tienen los medios necesarios
para crear vínculos domésticos permanentes y, por
lo tanto, no tienen acceso a la paternidad, establecida por el discurso
legal del pater est quem nuptiae demonstrat.
Por otro lado, el hecho de no estar casado posibilita que un hombre
no reconozca un hijo "bastardo" si no lo desea, pues en
Portugal la mayoría de los jueces utiliza el examen de paternidad
solamente para excluir la posibilidad de la paternidad y no para
confirmarla. Según el autor, ese procedimiento contribuye
a la protección del patrimonio de los hombres ricos, impidiendo
que los hijos "ilegítimos" reivindiquen la herencia
paterna. Además, los juristas portugueses niegan que la unión
de hecho sea un tipo de familia.
Con base en esos datos, Pina Cabral afirma que la legislación
portuguesa no protege los derechos de los hombres; protege, antes,
los derechos y la autoridad de los hombres casados, de los hombres
que han tenido acceso a las condiciones necesarias para establecer
legalmente su autoridad patriarcal. La ley instituye y protege un
tipo de familismo basado sobre la autoridad patriarcal. El autor
concluye que: "Assim, num primeiro momento a maternidade é
considerada como visível e segura e a paternidade é
apercebida como obscura e incerta. A revelação da
paternidade, que condiciona a sua legitimação, é
um ato de poder. Assim, num segundo momento, uma vez legitimada,
a paternidade acaba por assumir o papel principal na identificação
do indivíduo. [...] No discurso legal, a filiação
materna - pública e ostensiva - do mater semper certa
cede lugar à paternidade através do pater est,
por meio da cerimônia legal do casamento. Uma vez legitimada,
porém, a paternidade assume a precedência na identificação
da pessoa jurídica, cujo nome principal é o nome do
pai e do pai do pai." (Pina Cabral 1993: 195).
Por lo tanto, la noción del amor natural materno no es garantía
de la precedencia de la madre con relación al niño,
como indican composiciones familiares donde la idea del amor natural
materno convive con la autoridad del marido / padre sobre la esposa
y los hijos. Pero en otros contextos esta precedencia es establecida,
como por ejemplo en casos de divorcio en Brasil, donde la custodia
de los hijos solamente es dada al padre cuando es probada la inaptitud
de la madre para crearlos (Bilac 2000; Ridenti 1998; Fonseca 1995).
Con relación a la idea de que el embarazo es elemento distintivo
en la teoría duogenética de la reproducción,
recurro aquí al análisis hecho por Novaes y Salem
(1995) sobre un caso francés en que una pareja heterosexual
procuró por reproducción asistida. Después
de seis intentos de fertilización in vitro, la mujer (embarazada
de nueve semanas) sufrió un aborto espontáneo. Mientras
estaba hospitalizada para hacer un raspado su marido murió
en un accidente automovilístico cuando iba al hospital visitarla.
La mujer, posteriormente, requirió la transferencia para
su útero de los dos embriones congelados que todavía
restaban. El médico responsable se mostró reticente
a atender su solicitación y el caso fue llevado a la justicia.
La mujer perdió el caso (en mayo de 1993) porque el juez
entendió, con base en la discusión de la ley de bioética
que estaba siendo discutida en el Parlamento francés en aquel
momento (y promulgada posteriormente, en julio de 1994), que los
dos miembros de la pareja deberían estar vivos y dar su consentimiento
en el momento de una transferencia de embriones o de una inseminación
artificial.
Del rico y minucioso análisis que las autoras hacen del
caso, considero pertinente rescatar aquí lo relativo a la
concepción más igualitaria de pareja presente en la
ley de bioética francesa que impone la necesidad de consentimiento
de ambos en el momento de la transferencia de embriones. "Essa
situação de aparente igualdade dos gêneros face
à reprodução pode ser atribuída, ao
menos em parte, ao aplainamento das diferenças dos laços
corporais que ligam mulheres e homens a embriões em circunstâncias
que envolvem fertilização in vitro." (Novaes
& Salem 1995: 82).
También es importante la consideración de las autoras
de que el médico que cuidaba del caso pudo contraponerse
a las intenciones de la mujer justamente porque ella no estaba embarazada,
porque los embriones estaban fuera de su cuerpo (3).
Así, con relación a la pareja, la ausencia del embarazo
coloca a la mujer en la misma posición del hombre: como únicamente
proveedora de gametos; y, con relación al médico,
posibilitó mayor interferencia de este en las decisiones
reproductivas de la mujer.
La ley de bioética francesa, que iguala los derechos de
hombres y mujeres con relación a la transferencia de embriones,
es ilustrativa de mi argumento de que en la teoría duogenética
de la reproducción, padre y madre tienen una participación
desigual en el proceso reproductivo debido al embarazo, elemento
femenino adicional. Pues es justamente la ausencia del embarazo
y la "reducción" de la participación de
la mujer a mera donadora de gametos que informa la igualdad presente
en la ley. La ausencia de embarazo igualó la "viuda
de Toulouse" (como la denominan las autoras) a su marido muerto
con relación al derecho sobre los embriones, siendo el derecho
del muerto defendido por el médico y por el juez que negaron
a la viuda la transferencia solicitada.
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Consideraciones finales |
Considero que la teoría duogenética de la reproducción
informa concepciones sobre paternidad y maternidad elaboradas por
los entrevistados. Y que a través de ella es posible comprender
las tensiones relativas a alquilar el vientre de otra mujer para
tener un hijo, por miedo de que la madre de alquiler "adquiera
amor" por el niño y no lo entregue al nacer. En esa
teoría también se fundan las ideas de los entrevistados
de que la madre es naturalmente más vinculada a los hijos,
que las mujeres se quedan más deseperadas que los hombres
cuando no pueden tener hijos, que es más importante para
las mujeres que para los hombres tener hijos.
La representación del embarazo como un proceso que, una
vez ocurrido, prescinde de la participación paterna para
su desarrollo, como un proceso exclusivo de las mujeres - contenida
en la teoría duogenética de la reproducción
- informa las concepciones de la maternidad como una esencia y de
la paternidad como un proyecto. Así, a la diferencia considerada
natural y biológica se le atribuye un peso explicativo. Además,
el "modo natural de reproducción" - comprendido
como incluyendo relación sexual, transmisión de genes
y embarazo - es tomado como modelo a ser seguido en las composiciones
sociales relativas a la reproducción, como la adopción
y el uso de tecnologías reproductivas. Sin embargo, es necessário
estar atenta, como ressalta Salem (1995: 62): "Trata-se, antes,
de reconhecer que, mesmo quando enfatizamos a prevalência
da 'verdade' biológica ou genética sobre os arranjos
e desígnios humanos ou, ainda, quando entronizamos o natural
como modelo e valor estamos, ainda assim, imersos no reino das escolhas
culturais e das regras, ou soluções, arbitrárias."
En ese sentido, creo que los análisis de la teoría
duogenética de la reproducción y del "modo natural
de reproducción" apuntan a la atribución de un
valor cultural a lo natural / biológico, aunque este orden
natural / biológico sea visto como influido por las interferencias
humanas / sociales, como demuestran las tensiones sobre adopción
y el uso de tecnologías reproductivas. Considero que apuntar
la atribución de un valor cultural a lo natural / biológico
confirma como las percepciones sobre masculino y femenino son dependientes,
al mismo tiempo que constitutivas, de las relaciones sociales, enfáticamente
de aquellas referentes a la reproducción.
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ABSTRACT
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